Todos tomamos diferentes caminos para llegar a un sitio y desde que aprendemos a caminar atravesamos peligros e inseguridades, sin la presencia de aquellos que nos guiaban o nos cuidaban, hubiéramos terminado con alguna fatalidad.
Caminábamos pensando llegar al sitio correcto, pero solo los que nos cuidaban lo sabían mejor.
No se tú, pero siendo madre de tres hijas, fui evolucionando en el aprendizaje del cuidado materno. La última de nuestras hijas fue un caso particular, varias fueron las visitas al hospital por lo intrépida que era, por eso con mi esposo decidimos tomar ciertas acciones para protegerla, así empezamos a ponerle un protector de golpes de cabeza para cuando era necesario, usamos también una mochila con lazo que nos mantenía conectados con ella, en la casa instalamos protectores de esquinas de pared, mesa, puertas y de baño. Creo en verdad que fue una buena decisión usar todo esto para su bien.
Ahora pensemos en nuestro caminar espiritual por esta vida, ¿estamos caminando bien y seguros? El camino del evangelio nos dirige de una manera inequívoca a la comunión con Dios; lamentablemente una falta de reflexión a la luz de las escrituras nos lleva concluir que estamos caminando bien.
La carta de Santiago nos muestra que hacer para caminar seguros de la mano de nuestro Señor, en estos versos se menciona una característica que todo creyente debe imitar, y es la propia sabiduría de Dios, la que viene de lo alto, y la que nos lleva a tener acciones que glorifiquen su nombre, es la que nos puede librar de fatalidades y es contraria a la sabiduría terrenal también descrita en el pasaje.
“¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.” – Santiago 3:13-18
Reflexionemos:
¿Somos mansas? Es decir ¿Somos dóciles? ¿Suaves? ¿Amables?
¿Enseñables? ¿O somos rebeldes e insubordinadas? Vr.13
¿Somos puras? Vr. 17
¿Somos integras, verdaderas, honestas? ¿O buscamos sembrar malos pensamientos en nosotras y otros?
¿Somos pacificas?
¿Procuramos crear un ambiente armonioso acorde con Dios en el hogar, matrimonio, trabajo, iglesia? o somos antagónicas y rebeldes?
¿Somos amables, benignas, y llenas de misericordia?
¿Practicamos la consideración a otros? ¿Deseamos hacer el bien y lo correcto en esta vida? ¿Somos compasivas con nuestra familia, hijos, amigos, y hermanos en la fe?
La sabiduría que viene de lo alto nos guiara a practicar actos que glorifiquen a Dios, sin pasar por peligros que nos lleven a terminar en una fatalidad.
Los versículos 14, 15, 16 nos dicen que la sabiduría de este mundo es: terrenal, animal y diabólica, es distinguida por incertidumbres, sospechas, e hipocresía.
Amadas practiquemos más la pureza, reflexionemos y decidamos abandonar toda acción que pertenece a la sabiduría terrenal.
Caminemos en esta vida de una manera segura y glorifiquemos a nuestro Dios con nuestras obras como amadas hijas de su gracia.