Visitando junto a mi familia el jardín botánico de Richmond nos encontramos con una exhibición muy especial. En un área dentro del invernadero se encontraba una muestra de diferentes bonsáis. A la entrada, se mostraban las diferentes herramientas que se utilizan para el mantenimiento y cuidado de estos árboles en miniatura. Algo que observamos es que en cada uno se indicaba la edad que tenían.
Los más jóvenes se veían bonitos con brotes en sus ramas y hojas nuevas. Pero los mas hermosos eran aquellos que tenían mas edad, en estos se podían apreciar claramente sus raíces más fuertes que en los más jóvenes. También se notaba una diferencia en el tronco el cual era mas grande que los otros y además estaban repletos de hojas o de flores.
Esto me hizo pensar en la importancia que tiene el rodearnos de mujeres maduras espiritualmente. Mujeres que están en una estación más adelante que nosotras. Estas mujeres ya han vivido dificultades y han tenido que hacer los ajustes necesarios para poder crecer espiritualmente. No puedo dejar de pensar en las innumerables veces que esos bonsáis con muchos años tuvieron que ser podados, recortados y fertilizados para poder llegar a ser lo que lo que son hoy.
De la misma forma mujeres maduras espiritualmente tuvieron que podar áreas no saludables de sus vidas y ahora están arraigadas e inamovibles en su relación con Dios.
De manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones; y que arraigados y cimentados en amor, seáis capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. – Efesios 3:17
Cuando pensamos en la vida cristiana podemos encontrarnos como esos arboles jóvenes, vibrantes los cuales tienen aun mucho por crecer. Los cuales tienen aun raíces jóvenes y que frente a las pruebas y dificultades en la vida se ahogan en medio de las circunstancias.
Este es el caso de muchas mujeres que han pensado que Dios esta sujeto a responder a nuestros propios deseos y a responder de la forma que nosotras esperamos. Cuando el darnos o no darnos las cosas que esperamos se convierte en la mayor fuente de interacción con Él. Aunque podemos dejar en claro que Él es el padre que nos puede dar todas las cosas (Mateo 7:11) y al cual debemos pedir (Filipenses 4:6) pero ver a Dios de esta forma provocara desilusión y dolor.
Volviendo al ejemplo de los bonsáis, aquellos con más años eran los más admirados por todos los visitantes.
Cuando pensamos en el ejemplo de Rut y Noemí en la Biblia (Rut 1-4) nos encontramos con una Noemí sin esperanza y amargada y una Rut que insiste en seguirla. ¿Porque Rut estaría dispuesta a seguir a una mujer sin esperanza y abatida? Al parecer Rut conocía a la verdadera Noemí, pudo ver de cerca como ella sobrellevo la pérdida de su esposo o quizá (aunque los israelitas no debían casarse con mujeres de otras naciones) Rut experimento aceptación por parte de Noemí, lo cual la llevo a admirarla. Y a querer seguirla con determinación:
Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. – Rut 1:16
La fe y consejos de Noemí guiaron a la joven Rut. Y esto fue notable aun para otras mujeres. Estas dos mujeres quedaron conectadas por el deseo de agradar a Dios y confiar en su voluntad. ¡Sus nombres quedaron entrelazados en la genealogía del Mesías!
Y las mujeres decían a Noemí: Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos. – Rut 4:14
Una mujer mayor cultiva una relación de influencia y edificación junto a una joven con un corazón enseñable, que escuchaba el consejo.
En estos tiempos de tanto egocentrismo y donde la forma de pensar de “en que me voy a beneficiar” es la que prevalece. Podamos ser diferentes viviendo a Cristo en la vida cotidiana y edificando a las mujeres más jóvenes.
Cuando dos mujeres de unen por medio de la oración y el estudio de la Palabra de Dios quedan unidas con un vínculo eterno. Esta es una relación de servicio y genuino interés, no egoísta.
Que en nuestro caminar con el Señor podamos ser enseñables y a la vez orar e influenciar a mujeres más jóvenes. Que podamos continuar desarrollando raíces fuertes y ayudar a las que aún están creciendo.